miércoles, 9 de mayo de 2012

02.05 Socialización y necesidad del conflicto

Sesión 25
Texto revisado: Georg Simmel, La lucha (1a. mitad)

Bitácora versión de Mauricio Prado

En la clase del dos de mayo analizamos la primera parte del texto “La lucha” de Georg Simmel. Iniciamos la sesión con la ronda de preguntas y se cuestionó sobre el supuesto factor de unidad social que genera la lucha. Se preguntó si no era posible que, por factores externos, la lucha dejara de ser un factor de unidad social y se volviera una forma en la que la sociedad se autodestruya, poniendo como ejemplo a Ciudad Juárez. Se cuestionó incluso que la lucha, por sí misma, sea un factor de unidad, y se postuló que tal vez sea conveniente tener una cierta regulación sobre la lucha en sociedad. También se hizo una distinción conceptual entre la lucha subjetiva y la lucha objetiva; la primera corresponde al afán de la lucha por la lucha misma, es decir, que no se pelee por algo en específico, sino simplemente por derrotar al otro para mostrar superioridad, aunque sin destruirlo por completo; en cambio, en la lucha objetiva se pelea por un objeto o por algún objetivo, por ejemplo, entre dos abarroterías por el mercado de la cuadra.

Posteriormente, el profesor presentó su desarrollo de los temas comenzando con el planteamiento de por qué el conflicto se vuelve una forma de socialización. La lucha es considerada normalmente como un punto de escisión, esto es, un punto de ruptura. Parece que la lucha hace todo lo posible para romper la paz social y los lazos, pero Simmel postula que esto no es así, que la lucha constituye parte fundamental de la unidad social. En otras palabras, para Simmel, es necesaria la oposición (lucha) entre las diversas partes de la sociedad para que ésta se mantenga unida. Estos factores de división social son necesarios porque cumplen diversas funciones. En primer lugar, el estar en oposición da la sensación de no estar oprimido, es decir, que el estar en oposición ofrece una satisfacción personal porque se siente un margen de acción ante lo establecido.

En segundo lugar, porque la oposición crea unión al tener a un enemigo en común.  En México, por ejemplo, después de las elecciones del 2006, la sociedad se encontraba tan divida que se necesitaba un factor de unión social, un enemigo común que unificara a la sociedad y ese fue el caso del narcotráfico. Tal es también el caso de América Latina, ya que su único factor de unión es el enemigo en común: el Imperio (Estados Unidos). Creo que esto debemos tenerlo en cuenta respecto a la construcción de la identidad latinoamericana.

Después se pasó a la segunda parte de la exposición del profesor: la necesidad del antagonismo. El autor menciona que hay un equilibrio entre las fuerzas de unión y las fuerzas de oposición, de forma que ninguna de las dos predomina, se anulan mutuamente. Es importante siempre tratar este fenómeno entre fuerzas de unión y oposición con una unidad indivisible, que interactúan constantemente. Ocurre de la misma forma que un globo, para mantener su forma necesita tanto del aire interno luchando por salir como de su superficie que lucha por contenerla, en relación de estos dos elementos adquiere su forma. Los partidos políticos mexicanos no deben ser así analizados por separado, sino en función de los demás, porque la oposición entre ellos los une y están en constante interacción los unos con los otros.

En esta parte de la clase el profesor hizo una distinción conceptual que es fundamental y es la diferencia entre lucha objetiva y lucha subjetiva, explicada en el esquema que se manejó la sesión siguiente.

En la lucha objetiva se lucha por un objeto de deseo en común, por conseguir un algo que las dos partes desean. Pero en esta clase nos dedicamos más a estudiar la lucha subjetiva, que se trata de luchar por el puro acto de luchar. Hay en el individuo una cierta pulsión de hostilidad (Feindseligkeitstrieb, afán de luchar contra el otro). Simmel sostiene que esta pulsión proviene desde las mismas estructuras animales para la supervivencia del individuo. Porque parece haber un afán “natural” en el hombre por estar en contradicción con el otro, ya que al negarse ante los demás se crea una identidad propia. Este cierto espíritu de animadversión se manifiesta en un ejemplo cotidiano: nos es más fácil creer algo negativo de alguien que algo positivo. Cualquier puede decir algo negativo de un tercero y será recibido como verdad; en cambio, cuando alguien nos habla de algo positivo de un tercero es necesario que sea una cierta autoridad. Esto es clara muestra de nuestra inclinación a la animadversión.

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