domingo, 27 de mayo de 2012

Resumen: Lorenz, Agresión III-V

Konrad Lorenz, Sobre la agresión: El pretendido mal, México, Siglo XXI, 1971, capítulos III al V, pp.31-97.

Resumen versión de Karina Palillero

CAPÍTULO III. DONDE LA MALDAD SIRVE PARA ALGO BUENO

Lorenz comienza su texto con la pregunta de ¿por qué luchan los seres vivos unos contra de otros? Para contestarla comienza por decir que la lucha es un proceso eterno en la naturaleza, pues desempeña una función conservadora de la especie que por la presión que ejerce lleva a la formación y perfeccionamiento de ciertas pautas de comportamiento, armas defensivas y ofensivas que le sirven. Con base en esto se debe plantear la tesis darwiniana de la lucha por la vida, entendida no como la lucha entre distintas especies animales sino como la competencia entre parientes cercanos que hace progresar a una misma especie. Ayuda a que la especie progrese porque la hace desaparecer en su forma actual o la transforma en otra a partir de invenciones ventajosas, favorables para uno o varios individuos, que al ser heredadas dan paso a que sus poseedores la utilicen para vencer a sus congéneres, hasta que solamente queden individuos con la nueva característica.

Para abordar las funciones que tiene la agresión dentro de la misma especie, primero es preciso hablar de los tres tipos de encuentros belicosos entre especies diferentes, ya que en estos se ve más claramente la función conservadora de la especie de la agresión. Éstos son:

Combate entre cazador y cazado: En el combate entre devorador y devorado hay cierta reciprocidad de invenciones entre las especies, por ejemplo, un felino desarrolla patas más fuertes para saltar cuando tiene como presa a animales con mayor agudeza en los sentidos, el combate no termina con la extinción del segundo, lo que amenaza la existencia de una especie no es el enemigo que se alimenta con ella sino el competidor.

Cuando dos especies distintas se alimenten de una misma, el que una obtenga mayor éxito que la otra no lleva a la extinción del menos favorecido, así como no se trata de contiendas porque los motivos del cazador son distintos a los del combatiente.

La contraofensiva, mobbing o acosamiento: Se ve en los animales que viven en sociedad, uniéndose para atacar al animal de presa que los amenaza. Un ejemplo son las cornejas que acosan al búho para que en la noche este se busque otro territorio de caza.

Reacción crítica: Consiste en la pelea desesperada que emprende un combatiente cuando no tiene escapatoria ni posibilidad de que algo lo salve, actuando motivado por el miedo, para defenderse o proteger a su familia. Ejemplo: una rata acorralada.

En el caso de la agresión intraespecífica se pueden observar distintas funciones. La ecología demostró que si no hay intereses de una organización social que exijan una cohabitación entre los individuos de una especie es más favorable que éstos se repartan lo más regularmente posible en el espacio vital a utilizar, lo que ayuda a que no se agoten todos los recursos del medio y todos los miembros puedan satisfacerse. Para lograrlo es que se desarrolla cierta aversión  a los congéneres y una especialización en la función de cada miembro de la población.

Por ejemplo: en un arrecife de coral coexisten ciertas especies de peces especializados en algo, como comer un determinado pez, aquí se da el caso de que para alejar a competidores, es decir, de la misma especialización del territorio se usan colores llamativos que los hacen retroceder.

El territorio de un animal parece estar en función de la mayor o menor combatividad local que depende de diversos factores del lugar. Cuando un animal se acerca al centro de un territorio enemigo su agresividad aumenta. El animal que se encuentre más cerca de su territorio se comporte más agresivo, provocando la huida del otro, al ser seguido por el primero y acercarse a su territorio se invierten los papeles, situación que se denomina oscilación. Así será hasta que se logre un equilibrio en la distancia territorial de cada uno y ya no se agredan. Con esto vemos que la agresión intraespecífica es importante para la distribución regular de animales de la misma especie en un determinado territorio, siendo esto un efecto positivo de la agresión.

Otra función de la agresión intraespecífica es el escoger los mejores machos así como los más fuertes en beneficio de la selección natural. Podemos verlo en el caso de bisontes que tienen grandes territorios con cantidades inmensas de alimento por lo que conforman en grandes unidades, combatiendo para encontrar los defensores del rebaño. Esto dio origen a los duelos entre rivales, y esto a su vez, a los machos belicosos.

En el caso del duelo entre rivales, ocurre un hecho paradójico en algunas especies: la agresión intraespecífica puede conducir a la aparición de formas y pautas de comportamiento sin valor adaptativo que pueden perjudicar la conservación de la especie. Cuando la rivalidad sexual es la única que realiza la selección, con una orientación determinada, sin relación con la función conservadora de la especie dirigida al mundo exterior, aparecen formaciones extrañas, totalmente inútiles para la especie como tal. Un ejemplo es el faisán Argos donde los machos tienen unas alas remeras enormes, adornadas con ocelos, que cuando las despliega frente a la hembra la excitan, sin embargo, sus alas casi no lo dejan volar.

Cuando la competencia es únicamente entre congéneres, donde opera la selección, sin tomar en cuenta el medio extraespecífico entonces se encuentra en un callejón sin salida. Situación que ha sucedido en los humanos, al tener un ritmo de trabajo demasiado apresurado que no le permite dedicar tiempo a otras actividades como la cultura.

Al ejercer un cada vez mayor dominio sobre la naturaleza el hombre se ha convertido en su único enemigo, lo que puede tener su origen en un proceso de selección intraespecífica  que operó en nuestros antepasados desde el neolítico. A partir del desarrollo de las armas, vestimentas y organización social que ayudó a alejar los peligros externos, se puede decir que intervino una selección intraespecífica perjudicial. Siendo la guerra que se hacían entre sí las hordas vecinas de gentes hostiles el factor selectivo a partir de entonces, lo que produjo una rigurosa selección de las llamadas virtudes guerreras.

La agresión, al desempeñar un papel importante en la organización social de los animales, necesita un principio de orden llamado jerarquía social, que consiste en que cada miembro de una sociedad sepa quién es más fuerte y quien más débil que él, retirándose ante el primero y esperando que el segundo se retire ante él. Con el paso del tiempo este mismo principio ayuda a que se dé mayor importancia al aprendizaje que es transmitido por tradición por los individuos con mayor experiencia y edad que cuentan, por ende, con un mejor prestigio que los demás.

El objetivo de la agresión no es el aniquilamiento de los congéneres, aunque a veces ocurra, sino el reconocimiento de la superioridad del vencedor por parte del vencido. Lorenz concluye que la agresividad no es como el principio tanático sino es parte de la organización de la vida de todos los seres.

CAPÍTULO IV. LA ESPONTANEIDAD DE LA AGRESIÓN

A pesar de que la agresividad de muchos animales respecto de sus propios congéneres es un instinto indispensable para su conservación, aquella se torna peligrosa por caracterizarse de espontaneidad, es decir, que no se trata de una reacción a determinadas condiciones exteriores.

La opinión acerca de que la naturaleza humana como la animal es predominante reactiva y que aun conteniendo elementos innatos puede modificarse con el aprendizaje, es errónea, puesto que cuando el descenso del umbral de los estímulos desencadenadores llega incluso a cero puede ser que el movimiento instintivo del que se trate se dispare sin un estímulo externo comprobable. El reprimir un movimiento instintivo durante mucho tiempo de los estímulos que lo desencadenan trae como consecuencias el incremento de la disposición reactiva y provoca procesos más profundos que afectan al organismo entero. Puede pasar que a falta de congéneres con quienes pelear, algunas especies, como la mariposa marina, se descargue la agresión en las especies más cercanamente emparentadas e incluso otras, como el pez madreperla del Brasil, tomen como objeto sustitutivo al cónyuge.

En los humanos esto se observa en la llamada enfermedad polar, cólera de las expediciones o locura del desierto que suele apoderarse de un grupo reducido de hombres que al encontrarse en una situación de dependencia mutua, sin poder reñir con un grupo externo de personas, los estímulos desencadenadores de la agresión y del comportamiento combativo intraespecífico sufren una fuerte depresión de sus valores liminales expresado en que cualquier acto incluso insignificante desencadene fuertes reacciones. Si el sujeto logra controlarse y comprender es posible que realice un movimiento reorientado o desviado, como se conoce en fisiología del comportamiento, consistente en descargar el ataque en un objeto. Esta reacción es muy común en la naturaleza para evitar los perniciosos efectos de la agresión.

CAPÍTULO V. COSTUMBRE, CEREMONIAL Y MAGIA

Después de la reorientación del ataque, la agresión ha tenido diferentes mecanismos filogenéticos del comportamiento para impedir que los congéneres se maten o se lesionen. Surge una ritualización de la agresión cuando ciertas pautas de movimiento pierden en el curso de la filogénesis su función propia original para convertirse en ceremonias meramente simbólicas.

En el curso de la evolución filogenética se van añadiendo factores que contribuyen a provocar en un principio movimientos instintivos nuevos, copias fijadas genéticamente de las pautas de movimientos ocasionados originalmente por otras pulsiones. La misma evolución filogenética da paso a la costumbre, puesto que cumple con la función de controlar nuestra angustia ante lo desconocido por lo que buscaremos repetir el acto. Cuando se llega a un momento en que se ignoran las causas que dieron origen a la repetición de determinado ritual se da paso a la magia.

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