sábado, 19 de mayo de 2012

18.04 Cánones del gusto

Sesión 21
Texto revisado: Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa, VI

Bitácora versión de Magaly Alcántara

La clase del día 18 de abril se analizaría el capítulo 6 del libro “Teoría de la clase ociosa” de Thorstein Veblen.  La clase fue abierta bajo la ronda de preguntas sobre el texto, a lo largo de este momento surgieron inquietudes sobre qué tanto repercute el gasto ostensible sobre la moralidad., esto es, en qué medida las disposiciones económicas afectan a la moral de una sociedad. A este respecto, se hizo mención a Max Weber en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

La clase se orientaría bajo tres puntos. Primero se vería la relación del decoro y los objetos, el segundo punto sería para mostrar cómo los cánones de belleza son influidos por el principio del derroche ostentoso, y el tercer punto sería dirigido a saber cómo se constituyen las expresiones del ocio ostensible.

Para Th. Veblen el ser humano guarda un instinto innato que lo mueve a querer siempre compararse con los que lo rodean. En un principio cuando este se agrupaba bajo sociedades reducidas la manera en que buscaría imponerse y resaltar ante los demás sería mediante una ostentación de sus hazañas a partir de un «trofeo». Al paso del tiempo las sociedades fueron incrementando su densidad de población, por lo que habría que cambiar la forma en que el hombre buscara llenar su afán de reconocimiento. La transición en la forma de mostrar la ostentación estaría dada bajo el principio de un cierto tipo de consumo, donde no se consume simplemente lo básico o necesario, sino de derroche: un consumo que mediante los objetos y mercancías adquiridas reflejara la riqueza del consumidor. Este consumo ostensible marcará y dividirá a ciertos grupos sociales con otros, donde el consumo debe ser acorde al nivel de vida y grupo social al que se pertenece.

El principio del derroche ostensible ha llegado a influir en nuestra manera de percibir lo bello, como resulta visible en diversos ejemplos cotidianos donde la belleza de algún objeto está en buena medida determinado por su valor económico: un precio elevado es señal de algo honorable, de manera que se da una distorsión entre lo honorable y lo bello. Se puede notar el reflejo de un gasto honorable que de forma indirecta se le imputará un valor social. En la idea colectiva llegarán a ser admirados y estimados los objetos costosos como bellos. El consumo que se realice estará determinado en función de adquirir cierta reputación honorable. El consumir cierto tipo de objetos ayudará a que adquiramos esa reputación pecuniaria. Podemos ejemplificar esto con las flores: las flores que serán más valoradas y apreciadas por la sociedad serán las que tengan un precio económico elevado, en cambio las flores silvestres y abundantes, aun cuando sean poseedoras de una cierta belleza, serán rechazadas socialmente por no estar delimitadas en torno a la ostentación.



[Añadido 28.05.12]

Versión de Anaid Mora

La pregunta inicial de la sesión fue la siguiente: ¿Lo económico sustenta lo moral? Según Marx sí, lo económico sustenta lo moral. Según Weber, en cambio, parece que lo moral sustenta lo económico. En la perspectiva de Veblen en cierto sentido sí, lo económico sustenta lo moral. Pero él lo ve más como una influencia en término medio, o mejor dicho en una dependencia mutua. Por ejemplo: El bien, la belleza y la verdad están en función de lo económico. Pero en otro sentido no lo es porque ese modo de actuar no es el porqué de cómo actuar. O sea son juicios morales que están en función de que el bien, la belleza y la vedad demuestren la dignidad. Bajo esta función está el afán oscuro de reconocimiento y comparación ante lo demás. El modo predominante de reconocimiento hoy en día es tener más. O sea, que no es ese tener más lo que mueve a consumir más, sino ese afán de reconocimiento y de ser más que el otro.

En clase el profesor desarrolló dos puntos (el tercer punto que había contemplado lo expuso la siguiente clase):

1) El decoro y los objetos
2) Canones de belleza

El decoro y los objetos

El ser humano siempre ha tenido la necesidad de competir. Po lo cual, desde que las sociedades eran pequeñas el hombre busco la forma de ser reconocido. Este reconocimiento lo encontraba al hacer alguna hazaña o actividad digna y por ello ganar y conservar un trofeo. Se le llamaba hazaña a toda actividad que tenía que ver con sustancias vivas, o sea donde ponía en peligro la vida de la persona. Es por eso que las actividades masculinas eran consideradas dignas, pues las actividades femeninas no tenían ningún peligro. Por lo tanto las actividades que realizaban las mujeres eran indignas.

El primer trofeo del hombre por realizar actividades dignas fue la mujer. Después, las sociedades fueron creciendo y ya no era tan fácil obtener el reconocimiento, por lo tanto se tuvo que recurrir a otra técnica de reconocimiento, que son ahora el ocio y el consumo ostensible, que ahora son las expresiones propias de la dignidad que reflejan la riqueza de la persona y por tanto qué tan digna es esta.

Una de las formas de consumo ostensible es el decoro, que es el que refleja el nivel de vida al  consumir lo que este nivel exige. El decoro es una especie de hábito mental que está en función del significado de bueno, bello y verdadero.  Lo hecho a mano es más decoroso –por ser caro– que lo hecho a máquina.

Cánones de belleza

Los juicios de belleza a propósito de un objeto están en función del valor económico que posee ese objeto. Aquí vuelven a interferir los hábitos mentales, por ejemplo, lo barato es indigno y feo, y lo caro es honorable y bello.

Una de las preguntas que surgen a la hora de hablar de trabajo digno e indigno en modo de curiosidad es si el sacerdote hace un trabajo digno o indigno. La clase sacerdotal requiere cierto tipo de dignidad para realizar su oficio. Mientras más indumentarias inútiles tenga la iglesia, más digna es la religión. Es decir, la clase sacerdotal entra en lo que se denomina ocio vicario, que es el ocio representante del amo. En otras palabras, en qué tan ocioso es el sacerdote se verá que tan digno es Dios.

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