domingo, 26 de febrero de 2012

Resumen: Jaeger, Paideia, I, 1-2

Werner Jaeger, «Nobleza y areté» y «Cultura y educación de la nobleza homérica» en Paideia, Los ideales de la cultura griega, Tr. J. Xirau y W. Roces, México, FCE, 1957, pp.19-47.

Resumen versión de Julio César Garrido

I. Nobleza y “areté”

Quirón enseña a Aquiles a tocar la lira
La educación es una función natural y universal de la comunidad humana, que por su misma evidencia tarda mucho tiempo en llegar a la plena conciencia de aquellos que la reciben y la practican. Por eso, tardó en aparecer en la literatura. Sin embargo, su contenido en todos los pueblos es al mismo tiempo moral y práctico. En los griegos, consiste en una serie de preceptos sobre la moralidad externa y en reglas de prudencia para la vida, trasmitidas oralmente a través de los siglos; en parte, en la comunicación de conocimientos y habilidades profesionales, que los griegos designaron techné. Los preceptos elementales de la recta conducta respecto a los dioses, los padres y los extranjeros, fueron incorporados más tarde a las leyes escritas de los Estados sin que se distinguiera en ellas de un modo fundamental entre la moral y el derecho. La sabiduría popular mezclada con las reglas de conducta y los preceptos de prudencia, llegaron por primera vez a la luz a través de la tradición oral, en las poesías de Homero y Hesíodo.

Una parte de la educación es la formación del hombre, mediante la creación de un tipo ideal coherente y determinado. La educación no es posible sin que se ofrezca al espíritu una imagen del hombre tal como debe ser. En ella la utilidad no es esencial. Lo fundamental es el sentido normativo de la imagen, imagen anhelada, del ideal. El contraste entre estos dos aspectos de la educación puede perseguirse a través de la historia, no importa las palabras con que se designen. La cultura se ofrece en la forma entera del hombre, en su conducta y comportamiento externo. Ni una ni otra nacen del azar, sino que son producto de una disciplina consciente.

Es, pues, un hecho fundamental de la historia de la cultura que toda alta cultura surge de la diferenciación de las clases sociales, la cual se origina, a su vez, en la diferencia de valor espiritual y corporal de los individuos. Consecuentemente, la nobleza es la fuente del proceso espiritual mediante el cual nace y se desarrolla la cultura de una nación. La historia de la formación griega empieza en el mundo aristocrático de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido de hombre superior. Puesto que la más antigua tradición escrita muestra una cultura aristocrática que se levanta sobre la masa popular, es preciso que la consideración histórica tome en ella su punto de partida. La educación no es otra cosa que la forma aristocrática, progresivamente espiritualizada, de una nación.

No es posible tomar la historia de la palabra «paideia» como hilo conductor para estudiar el origen de la educación griega, ya que esta palabra no aparece sino hasta el siglo V. El tema esencial de la historia de la educación griega es más bien el concepto de «areté», que se remonta a los tiempos más antiguos. El castellano actual no ofrece un equivalente exacto de la palabra. La palabra «virtud» en su acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y el heroísmo guerrero, expresarían acaso el sentido de la palabra griega.

El concepto de la areté se concentra el ideal educador de este periodo en su forma más pura. El más antiguo testimonio de la antigua cultura aristocrática helénica es Homero, si designamos con este nombre las dos grandes epopeyas: la Ilíada y la Odisea. Es, al mismo tiempo, la fuente histórica de la vida de aquel tiempo y la expresión poética permanente de sus ideales.

La palabra «areté» es usada con frecuencia por Homero, así como en los siglos posteriores, en su más amplio sentido, no sólo para designar la excelencia humana, sino también la superioridad de seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles. El hombre ordinario, en cambio, no tiene areté. La areté es un atributo propio de la nobleza. Sólo alguna vez, en los últimos libros, entiende Homero por areté las cualidades morales o espirituales. En general designa, de acuerdo con la modalidad de pensamiento de los tiempos primitivos, la fuerza y la destreza de los guerreros o de los luchadores, y ante todo el valor heroico considerado no en nuestro sentido de la acción moral y separada de la fuerza, sino íntimamente unido. Así, la Odisea ensalza, sobre todo en su héroe principal, por encima del valor, que pasa a un lugar secundario, la prudencia y la astucia. Es natural que, en la edad guerrera de las grandes migraciones, el valor del hombre fuera apreciado ante todo por aquellas cualidades y de ello hayamos analogías en otros pueblos. No obstante, para Homero, a pesar del predominio de la significación guerrera, tiene un sentido ético más general. Designa al hombre de calidad, para lo cual, lo mismo en la vida privada que en la guerrera, rigen determinadas normas de conducta, ajenas al común de los hombres.

Por otro lado, la fuerza educadora de la nobleza se halla en el hecho de despertar el sentimiento del deber frente al ideal, que se sitúa así siempre ante los ojos de los individuos. Su violación despierta en los demás el sentimiento de la némesis, estrechamente vinculado a aquél. Ambos son, en Homero, conceptos constitutivos del ideal ético de la aristocracia.

La Ilíada es testimonio de la alta conciencia educadora de la nobleza griega primitiva. El viejo concepto guerrero de la areté no era suficiente para los poetas nuevos, sino que traía una nueva imagen del hombre perfecto para la cual, al lado de la acción, estaba la nobleza del espíritu, y sólo en la unión de ambas se hallaba el verdadero fin.

No en vano los griegos posteriores vieron ya en estos versos la más vieja formulación del ideal griego de educación, en su esfuerzo para abrazar lo humano en su totalidad. De ahí resulta de un modo claro que la palabra areté, que equivalió en su acepción originaria y tradicional a destreza guerrera, no halló obstáculo para transformarse en el concepto de la nobleza, que se forma de acuerdo con su más altas exigencias espirituales, tal como ocurrió en la ulterior evolución de su significado.

La areté se encontraba íntimamente vinculada al honor. Mientras el pensamiento filosófico posterior sitúa la medida en la propia intimidad y enseña a considerar el honor como el reflejo del valor interno en el espejo de la estimación social, el hombre homérico adquiere exclusivamente conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a que pertenece. Era un producto de su clase y mide su propia areté por la opinión que merece a sus semejantes. El hombre filosófico de los tiempos posteriores puede prescindir del reconocimiento exterior, pero no puede serle del todo indiferente.

Para Homero y el mundo de la nobleza de su tiempo la negación del honor era, en cambio, la mayor tragedia humana. En ello descansaba su orden social entero. El elogio y la reprobación son la fuente del honor y el deshonor. Pero el elogio y la censura fueron considerados por la ética filosófica de los tiempos posteriores como el hecho fundamental de la vida social, mediante el cual se manifiesta la existencia de una medida de valor en la comunidad de los hombres. Para un hombre moderno, es difícil representarse la absoluta publicidad de la conciencia entre los griegos. En verdad, entre los griegos no hay concepto alguno parecido a nuestra conciencia personal.

II. Cultura y educación de la nobleza homérica

No es posible considerar la Ilíada y la Odisea como una unidad. La Ilíada es un poema mucho más antiguo. La Odisea refleja un estadio muy posterior de la historia de la cultura. El más antiguo de ambos poemas muestra el absoluto predominio del estado de guerra, tal como debió de ser en el tiempo de las grandes migraciones de las estirpes griegas. La Ilíada habla de un mundo situado en una época en que domina de modo exclusivo el espíritu heroico de la areté y encarna aquel ideal en todos sus héroes. El valiente es siempre el noble, el hombre de rango. La lucha y la victoria son su más alta distinción y el contenido propio de su vida. La Ilíada describe sobre todo este tipo de existencia.

En cambio, la Odisea ofrece otra imagen. Sus descripciones no pertenecen a la tradición de los viejos cantos heroicos, sino que descansan en la observación directa y realista de cosas contemporáneas. El material de estas escenas domésticas no se halla en lo más mínimo en la tradición épica. El hecho de que la Odisea observe y represente en su conjunto una clase (la de los señores nobles), con sus palacios y caseríos, representa un progreso en la observación artística de la vida y sus problemas. La épica se convierte en novela. Se distingue claramente, por su realismo vital, la imagen de la nobleza que nos da la Odisea de la que nos da la Ilíada. La nobleza de la Ilíada es, en su mayor parte, una imagen ideal de la fantasía, creada con el auxilio de rasgos trasmitidos por la tradición de los antiguos cantos heroicos. Sólo unos pocos rasgos realistas y políticos.

Por el contrario, la nobleza de la Odisea es una clase cerrada, con fuerte conciencia de sus privilegios, de su dominio y de sus finas costumbres y modos de vivir. Tienen todos algo humano y amable; en sus discursos y experiencias domina lo que la retórica posterior denomina ethos. La cultura aristocrática presupone una vida sedentaria, la posesión de bienes y la tradición. Estas tres características hacen posible la trasmisión de las formas de vida de padres a hijos. A ellas es preciso añadir una “educación” distinguida, una formación consciente de los jóvenes de acuerdo con los imperativos de las costumbres cortesanas. La educación considerada como la formación de la personalidad humana mediante el consejo constante y la dirección espiritual, es una característica típica de la nobleza de todos los tiempos y pueblos. Sólo esta clase puede aspirar a la formación de la personalidad humana en su totalidad; lo cual no puede lograrse sin el cultivo consciente de determinadas cualidades fundamentales. Aquí la educación se convierte por primera vez en formación, es decir, en modelación del hombre completo de acuerdo con un tipo fijo. La más alta medida de todo valor, en la personalidad humana, sigue siendo en la Odisea el ideal heredado de la destreza guerrera. Pero se añade ahora la alta estimación de las virtudes espirituales y sociales destacadas con predilección en la Odisea. Lo espiritual es vigorosamente destacado. Nadie puede leer el poema sin tener la impresión de un propósito pedagógico deliberado y consciente.

La areté propia de la mujer es la hermosura. Esto resulta tan evidente como la valoración del hombre por sus excelencias corporales y espirituales. Pero la mujer no aparece sólo como objeto de la solicitud erótica del hombre, sino también en su constante posición social y jurídica de señora de la casa. Sus virtudes, en este respecto, son el sentido de la modestia y la destreza en el gobierno de la casa. Es la mantenedora y custodia de las más altas costumbres y tradiciones. La posición social de la mujer no ha tenido nunca después, entre los griegos, un lugar tan alto como en el periodo de la caballería homérica.

Finalmente, hay una significación pedagógica en el ejemplo. En los tiempos primitivos, cuando no existe una recopilación de leyes ni un pensamiento ético sistematizado, salvo unos pocos preceptos religiosos y la sabiduría proverbial transmitida oralmente de generación en generación, nada es tan eficaz, para guía de la propia acción, como el ejemplo y el modelo. La evocación del ejemplo de los famosos héroes y de las sagas forma, para el poeta, parte constitutiva de toda ética y educación aristocrática.

2 comentarios:

  1. Lo que buscan los Griegos es ser una copia de los paradigmas, de esta manera pueden llevar una vida bella, ya que están copiando lo mejor.

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  2. nesecito que me ayuden con la paideia que no la entiendo alguien me puede explicar de que trata porfavor de verdad necesitamos ayuuuuuuuuda graciia

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