martes, 13 de marzo de 2012

Resumen: Ortega, Origen deportivo del Estado

José Ortega y Gasset, «El origen deportivo del Estado»

Resumen versión de Kevin Aguilera

La verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones, pero los problemas que aborda la ciencia experimental no pasan de ser secundarios, pues donde termina la labor del científico, el hombre detrás del científico no se detiene, pues quiera o no, prolonga y da terminación a lo iniciado por el científico.

Lo que busca la física es averiguar, de cada hecho que ahora se produce, su principio, el hecho que le antecede y que lo origina, pero tal principio tiene a su vez un principio anterior, y así sucesivamente hasta llegar al principio originario de todos los demás. Los físicos o científicos renuncian a este primer principio, pero el hombre donde habita el físico no lo hace, y ya sea que quiera o no, de manera natural busca esa primera causa, puesto que le es imposible renunciar a poseer una noción completa del mundo, una idea integral del Universo. Dicha noción transcientífica del mundo se instala en el espíritu de cada uno y gobierna nuestra existencia con más eficacia que la verdad científica.

En el siglo XVlll, quiso parte de la humanidad frenar la mente humana allí donde la exactitud finiquita. Se le llamó agnosticismo a este ignorar los últimos problemas, lo cual es digno de reproche, porque el hecho de que la ciencia experimental sea incapaz de resolver estas cuestiones fundamentales, no es justificación para darles la espalda y llamarlos mitos. Se necesita una perspectiva íntegra de nuestro mundo, y estos primeros principios son como puntos cardinales sin los cuales, andaríamos desorientados.

Nos es imposible permanecer indiferentes ante los problemas últimos; queramos o no, adoptamos posiciones ante ellos. La verdad científica es exacta pero incompleta y penúltima, que se integra en una especie de verdad completa, última e inexacta, el “mito”. La ciencia es un mito.

De entre las cuestiones últimas quizás la que posee mayor influjo sobre nuestro destino es la idea que tengamos de la vida. En el siglo XlX, predominaba una idea utilitarista de la vida que sigue vigente en la actualidad. Según ella, la actividad primaria  de la vida consistía en satisfacer necesidades imperiosas e ineludibles. Los hombres de esa época tenían ojos para los hechos que aparentaban presentar la vida como un fenómeno de utilidad y adaptación. Sin embargo, las recientes investigaciones históricas y biológicas proponen una idea de la vida más grácil. Según ella, todos los actos utilitarios y adaptativos  son vida secundaria. La actividad original de la vida es espontánea, superflua y lujosa. No consiste es sortear favorablemente una necesidad, es el imprevisible apetito, la liberal ocurrencia.

El darwinismo creía que la especie dotada de ojos se había producido, en un largo proceso, debido a la necesidad o conveniencia que representaba para la sobrevivencia. La nueva teoría de la mutación muestra que la especie con ojos aparece caprichosamente, aparece el ojo y después se le puede usar como instrumento útil.

Los fenómenos orgánicos se pueden distribuir en dos formas de actividad: la actividad originaria, creadora, vital, espontánea y desinteresada; la actividad donde se aprovecha y mecaniza la otra, y que es de carácter utilitario. A su vez, la vida plena es esfuerzo, un esfuerzo de dos clases: el esfuerzo que hacemos por el simple gusto de hacerlo y el esfuerzo obligado por una necesidad impuesta. Este esfuerzo obligado en que satisfacemos una necesidad, tiene su ejemplo máximo llamado trabajo y el esfuerzo superfluo en el deporte. De aquí que la actividad deportiva sea la actividad primaria y creadora y la actividad laboriosa derive de esta; en otras palabras, vida propiamente dicho es la deportiva. Una vez hecho el ojo, las leyes de la óptica física se cumplen en la visión, pero con éstas no se hace el ojo.

En todo proceso vital, lo primero es lo superfluo o libérrimo, tanto en la vida corporal como en la histórica. La vida fue primero un cúmulo de posibilidades y luego una selección de entre ellas que se fijan en hábitos utilitarios. El destino individual de cada uno ha consistido en la selección que las circunstancias específicas del individuo han ido ejecutando dentro de las posibilidades personales. El individuo que hemos llegado a ser es solamente uno de los múltiples seres que en potencia pudimos ser pero que no fueron y que no pasaron de ser meramente potencia. Esta abundancia de posibilidades es característica de la vida pujante, de los niños y recién nacidos. El síntoma de debilidad es el atenerse a lo estrictamente necesario. Cada golpe que recibimos en la vida debe ser un aliciente para nuevos intentos.

La diferencia entre causa e incitación es que la causa produce sólo un efecto proporcional a ella, como la bola de billar que choca con otra, transmite a ella un impulso igual al que llevaba. En cambio, cuando la espuela roza al caballo es incitado y responde disparándose. La espuela es entonces incitación, pues al caballo le basta el pretexto más mínimo para desatarse.

Se puede hacer una diferenciación de las épocas del desarrollo de la vida infantil basada en los sueños. Pueden existir tres etapas: en la primera el niño sueña que juega sólo, en la segunda juega solo pero aparece otro niño que lo observa jugar, y la última, la próxima a la pubertad, donde sueña con un grupo de muchachos que juegan con él, perdiendo su individualidad frente al grupo. En el adolescente, el apetito de convivir con otros muchachos de su edad quiebra ese aislamiento de la primera infancia, y su personalidad se funde con la del grupo: este apetito es el instinto de coetaneidad.

Al parecer la humanidad avanza a un ritmo doble: el de las edades y el de los sexos. Hay épocas en que es notorio el predominio de la juventud y en otras el del hombre maduro. Después de la forma de organización llamada horda, le sigue la tribu, la cual puede aparecer dividida en tres clases sociales que son clases de edad: la de los hombres maduros, la de los jóvenes y la de los viejos, aquí no existe aún la familia pues todos los jóvenes se llaman entre sí hermanos y padres a los de más edad. De entre estas clases la que predomina y manda es la juvenil y es originariamente la única clase organizada.

En un principio las hordas vagaban sin encontrarse unas con otras gracias a su población reducida, pero cuando aumenta la población las hordas viven cerca las unas de las otras. Sucede que muchas de algunas hordas deciden juntarse y vivir juntos gracias a su instinto de sociabilidad, pero no permanecían inmóviles sino que necesitan cometer osadías, y sienten todos asco hacia las mujeres parientes consanguíneas y una curiosidad por las desconocidas de otras hordas. Entonces deciden robarlas y para esto tienen que combatir y así nace la guerra. La guerra necesita un jefe  y este una disciplina: surge la autoridad, la ley y la estructura social. Pero la unión de jefe y disciplina fomenta la unidad de espíritu, la preocupación en común por los grandes problemas. Comienzan el culto a los poderes mágicos, a las ceremonias y los ritos.

En la vida en común surge la necesidad de construir un albergue estable para el establecimiento de los jóvenes y es así como surge la primera casa que es el casino de los jóvenes. En ella, en “el club” preparan sus expediciones y realizan sus ritos, desarrollan las destrezas de la caza y la guerra. Tal es la sociedad secreta, la primera asociación política, donde tienen prohibido los hombres maduros, mujeres y niños entrar al casino varonil, donde todo es secreto y misterioso. Allí tiene cabida tanto el placer y la bebida como el ascetismo religiosos y atlético, es decir el primer club placentero y a la vez el primer convento. La primera sociedad humana contrariamente a lo que se pensaba, no surgió como respuesta a una serie de necesidades impuestas.

Pero en esta época de poderío juvenil, no es extraño que el resto de la sociedad buscase defenderse y crear sus propias organizaciones. Se organiza la asociación de los viejos, el Senado, y la familia matriarcal, siendo la mujer el centro de este grupo social, protegida por sus hermanos y hermanos de su madre.

En lo que respecta a la antigua Grecia y Roma las instituciones más antiguas son la file que significa tribu como cuerpo organizado de guerreros, la fratría que es hermandad y la hetairía o compañía. Antes de que existiera la polis el pueblo se organizaba en estas formas. La fratría es la clase de edad de los jóvenes, organizada en asociación de fiesta y de guerra. La hetairía tiene como principio la sociedad secreta, que reúne alrededor de un jefe a los jóvenes.

En Roma, un pueblo muy preocupado por la conservación del pasado, se conservan muchos restos arcaicos, por ejemplo se puede encontrar residuos muy antiguos de sus instituciones primitivas, los cuales se conservaron en Roma como instituciones religiosas, pero no porque lo fueran única y exclusivamente en un principio, sino porque toda institución arcaica que ha perdido todas sus cualidades actuales por lo general se convierte en fenómeno religioso. La división más antigua del Estado romano es la curia, que es una asociación patriótica, en que se rinde culto a las divinidades tutelares de la ciudad. Junto con las curias como instituciones romanas también existían los colegios o compañías de sacerdotes, y de entre estos grupos sacerdotales destacan los salii, que poseía una estructura dual, formada por dos cuerpos, de doce miembros cada uno, consagrada a Marte, dios que simboliza guerra, agricultura y pastoreo. Ellos celebraban procesiones donde danzaban danzas bélicas, y el jefe que danzaba delante de los demás se llamaba prae-sul, el que baila adelante. Podemos encontrar en esta sociedad las características del primitivo “club juvenil”, unido a la fundación de la sociedad, el Estado Romano.

Cuando Roma destrona a los reyes etruscos, que significaban la dominación extranjera, los romanos retornan a sus instituciones primitivas organizándose en República, al frente de ésta estaban dos cónsules, los que danzan juntos, es decir, dos prae-sules o jefes de los jóvenes guerreros o danzarines que convivían en una asociación varonil, la curia, que viene de curia-coviria o co-varonía, reunión de hombres jóvenes. No es por tanto extraño que en la decaída corporación salii, sobrevivan los primitivos clubes juveniles fundadores del Estado romano y no es casualidad que la leyenda del rapto de las sabinas como una de las primeras hazañas de Rómulo y sus compañeros esté relacionada con la instauración de la ciudad.

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