Resumen versión de Mauricio Prado
IV. Consumo ostensible
En el estado casi pacífico surge una diferenciación entre las clases. El principio que rige es que las clases bajas deben consumir únicamente lo necesario para su subsistencia y sólo la clase ociosa es capaz de disfrutar de los lujos. Estos lujos consisten en consumir más de lo necesario, un ejemplo de esto es que sólo las clases ociosas pueden consumir las bebidas embriagantes y alimentos de mayor costo; incluso, en estas sociedades, los excesos son reconocidos como atributos viriles.
El consumo de cosas lujosas va encaminado a la comodidad del propio consumidor y es, por tanto, un signo distintivo del amo. Ese papel es el que juegan la servidumbre y la mujer, ser un signo de la ostentación del amo, es decir que los lujos con los que cuenta la mujer son muestra de la dignidad del hombre porque esto demuestra que tiene la capacidad económica para costearse esos lujos. Pasa lo mismo con la servidumbre: mientras mejores sean las condiciones de vida de la servidumbre más digno será su amo.
El caballero no sólo se limita a adquirir bienes de consumo para mostrar su ociosidad, sino que también debe tener ciertos refinamientos que lo tengan a la altura de su posición, es decir que también se muestra la ociosidad del individuo mediante ciertos comportamientos refinados, tales como tener buenos modales, o conocimientos de arte y literatura. Poseer estas refinaciones significan que el individuo tuvo que invertir una cierta cantidad de tiempo para desarrollar estos conocimientos o actitudes. En suma, la vida de ocio debe ser llevada de modo debido.
Otra forma en la que se aumenta la reputación del caballero ocioso es por medio de fiestas y diversiones caras. Es posible que el papel de las fiestas en un principio tuviera fines religiosos pero después adquirió el carácter de mostrar la ostentación del anfitrión. Una muestra muy tangible de este hecho es la ceremonia del Potlatch: en ella un competidor hace grandes despilfarros y alarde de riqueza que el contrincante se ve obligado a superar. Sin embargo, estas estructuras mentales siguen presentes y por eso hoy en día se obtiene reconocimiento al ser un gran anfitrión.
Conforme se acumula riqueza, se va desarrollando cada vez más la clase ociosa y surge una diferenciación dentro de ella, según la cual se crea un sistema de jerarquías donde lo importante es que existan símbolos que marquen la posición de cada individuo en la sociedad. Este es el caso de las clases medias, que adquieren un cierto honor al hacer trabajos serviles a aquellos que tienen una gran reputación. Podemos decir que hacer ciertos trabajos no dignos (de producción o manuales), mientras sea a un personaje de un estrato superior, son una forma de escalar en la estimación popular. Y es en estos casos donde se ve con mayor claridad la emulación de la clase alta. En toda clase se busca aparentar pertenecer al grupo superior para obtener una reputación. El hombre trabaja así en ciertos estratos, no tanto para que él se muestre ocioso, sino para que su mujer muestre su gran ociosidad, es decir que el hombre trabaja para aparentar un nivel de vida superior al que posee y así conseguir prestigio: por ejemplo, ir a sitios caros, exhibir la mejor vestimenta y demás lujos, muchas veces excesivos por referencia a las condiciones económicas de quienes la practican.
Así podemos ver en la actualidad dos formas de mostrar la ostentación: una es mediante la posesión de bienes lujosos y la otra es mediante el derroche de tiempo en adquirir ciertos comportamientos o conocimientos. Podemos notar que cuando el grupo de personas es pequeño, la posesión de bienes de consumo resulta ser más eficaz, ya que, como es un lugar pequeño todos saben quién posee grandes bienes y así otorgarle honores, pero en las grandes ciudades es difícil que todos conozcan el nivel de ociosidad de un individuo, es por eso que en este escenario sea de mayor efectividad aplicar las dos estrategias para mostrar superioridad, tanto el derroche de tiempo como el consumo de bienes de consumo. Podemos apreciarlo en lugares públicos, como la iglesia, los centros comerciales y demás lugares concurrentes, donde se busca siempre ir con “lo mejor que se tiene” para mostrar a la sociedad su nivel de ociosidad. Es también importante señalar que la población urbana invierte una mayor cantidad de sus ingresos al consumo ostensible. Podríamos decir que esto se debe a que en la vida urbana es más difícil hacer notar el ocio que en la vida rural, pues en esta última la población es menor y por lo tanto es más fácil ubicar el prestigio de los demás.
V. El nivel pecuniario de vida
Es difícil pasar de un nivel alto de vida a uno menor. Esto sucede porque el individuo está acostumbrado a ciertos artículos de consumo, que aunque tengan únicamente fines honoríficos han llegado a convertirse en una necesidad para la persona. Sin embargo, es difícil esta retrogradación: es relativamente fácil, en cambio, un nuevo avance en el gasto ostensible. Ocurre como cosa natural por la emulación económica. Esto quiere decir que todos tratan de emular o igualar a la clase superior a ellos, y nunca se trata de emular a una clase inferior. Así podemos deducir que la clase a la que todos buscan emular es la clase más alta, es esta élite la que determina lo que es decoroso u honorífico; son ellos los que determinan los valores modelo de una sociedad y es con esa vara con la que se mide a los demás.
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