Resumen versión de Carlos Leonardo Mendoza
Capítulo X
Del poder, de la estimación, de la dignidad, del honor y del título de las cosas
El poder natural es “la eminencia de las facultades del cuerpo o de la inteligencia (belleza, prudencia, aptitud, elocuencia, etc.)”, mientras que el poder instrumental es aquel que se adquiere por la fortuna y nos permite adquirir más poder (riqueza, amigos, reputación, buena suerte).
El mayor poder humano es aquel que se compone u ostenta el poder de varios hombres unidos, es decir, aquel que cuenta con la voluntad de distintas personas. A partir de esto, Hobbes afirma que tener siervos significa poder, porque implica la unión de fuerzas, y asegura que la riqueza aliada con la libertad se consolida en poder, fórmula que procura amigos y siervos, pero si no se goza de libertad, el poder desaparece.
En las líneas subsecuentes continúa enumerando aquellas condiciones que significan al individuo poder, como la reputación (derivada de cualquier cualidad), el éxito, la afabilidad, la prudencia, la nobleza, la elocuencia y las buenas maneras.
Llama la atención el comentario de que las ciencias constituyen un poder pequeño, porque este no es eminente y por ende tampoco es reconocido por todos, ni se le da el mismo valor. La estimación o valor del hombre no es absoluta, pues este es una consecuencia de la necesidad o juicio de otro. El valor que se otorgan los hombres entre sí se maneja en términos de honor y deshonor: Si existe una alta estima se honra a alguien y viceversa. Vale subrayar que Hobbes dice: obedecer es honrar, pues sólo obedezco a quien me representa una ayuda o guía.
Asimismo, amar o temer a otra, creer y confiar o bien solicitar consejo son acciones que nos llevan a honrar al otro, pues ellas son maneras de conferirle atributos y cualidades. La fuente de honor civil “se asienta en el Estado y depende de la voluntad del soberano”, lo que lo hace temporal. A este lo denomina Honor civil. Al describir y definir lo honorable, dice Hobbes que “es cualquier género de posición, acción o calidad que constituye argumento y signo del poder” y de ahí que asegure que los hombres honran a quienes los poseen. Dominio y victoria son cosas honorables como la buena fortuna, siempre y cuando esta dure. El honor consiste solamente en la opinión del poder, y no influye en él el hecho de que una acción sea justa o injusta. Elementos como los blasones y los títulos nobiliarios brindan honorabilidad cuando llevan implícito privilegios inminentes.
Capítulo XI
De la diferencia de “Maneras”
Las maneras son “aquellas cualidades del género humano que permiten vivir en común una vida pacífica y armoniosa”. El hombre tiende a depositar en otro la responsabilidad propia, otorgándole con ello poder al que decide asumir el liderazgo. La felicidad es un continuo progreso de los deseos, pues al satisfacerse unos, surge la necesidad de realizar otros. El afán de lucha se origina en la competencia y la pugna puede devenir en enemistad y guerra e inclusive llevarnos a matar y sojuzgar al otro. La obediencia civil emerge del afán de tranquilidad.
El amor a las artes inclina a los hombres a obedecer un poder común, situación que lleva implícita el deseo de ocio y la necesidad de contar con la protección de un poder distinto al propio. Los hombres de firme opinión y certidumbre de su propia sabiduría en materia de gobierno tienden a la ambición debido a que no hay un empleo público de dicha sabiduría, es decir, se olvida el servicio por y para el otro. Algunas maneras como la irresolución, la frugalidad, la ignorancia, la falta de comprensión, la ansiedad y la credulidad, disponen a algunos hombres a requerir de la protección y gobierno de los otros.
Capítulo XIII
De la condición natural del género humano, en lo que concierne a su felicidad y a su miseria
Los hombres son iguales en cuerpo y espíritu, afirmación que no se debe asumir de manera literal pues existen diferencias de temperamento, físicas, etc., pero no al grado de que no se pueda afirmar que somos iguales. Algunas diferencias se presentan en términos de facultades mentales, pues algunos pueden poseer un mayor dominio del lenguaje o presentar una capacidad deductiva más aguda, pero ningún individuo reconocerá que otro es más inteligente o más sabio que sí mismo. Para Hobbes, en el “creer ser” es donde radica la distribución de igualdad, pues los hombres “creen” estar contentos con la porción que les tocó y que tienen la misma oportunidad de alcanzar satisfactores semejantes. Al existir esta posibilidad nace en el hombre la discordia, pues todos entran en la dinámica de la competencia y comparten el afán por disfrutar de un “bien”; y será esta situación la que lleve a la confrontación y al nacimiento de esa figura que llamamos enemigo.
Los hombres sienten desconfianza mutua (de la igualdad procede la desconfianza), pues en la dinámica de la agresión, el agredido teme, y el agresor también, pues asume que tanto sus bienes, su libertad y su vida están en riesgo. Resulta difícil que el hombre viva a la defensiva, pues esta situación haría muy compleja su vida, por lo que surge la condición de anticiparse al “ataque de los otros” y con ello la garantía de la permanencia.
Otra tendencia humana es el hecho de pensar que los otros deben considerarnos como lo hacemos con nosotros mismos, lo que lleva a la imposición de valores, inquietudes, deseos, etc. e inclusive a la aniquilación de los demás. Al referirse a la guerra, Hobbes dice que existen tres fuerzas que la provocan: la competencia, la desconfianza y la gloria. En relación a la competencia, destaca que esta se da cuando los hombres buscan un beneficio, mientras que la desconfianza surge cuando existe la necesidad de seguridad y fama. Por último, la gloria que permite ganar reputación. A partir de este planteamiento nos lleva a la reflexión de que una sociedad en la que los hombres viven utilizando su fuerza contra otros no es posible. En esta dinámica la vida carece de sentido y la realización de proyectos a futuro resulta imposible. Se resuelve lo inmediato y el trabajo colectivo queda fuera de toda consideración.
Tarde o temprano, esta actitud conduce al aislamiento del hombre y al deseo profundo de terminar con el “estado de guerra” (o de “naturaleza”), pues en él no hay sentido de pertenencia sino que lo que se desea se arrebata y se lucha por su conservación. La solución se presenta a través de las pasiones y la razón, ya que las primeras llevan al hombre a experimentar el deseo de vivir en paz, generan en él el temor por la vida y el profundo deseo de una vida confortable; mientras que la razón nos lleva a tener una vida diseñada bajo normas y reglas que favorezcan la convivencia.
Capítulo XIV
De la primera y la segunda “Leyes Naturales” y de los contratos
Derecho natural es aquella libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como desee a fin de conservar la vida propia. La libertad es la ausencia de impedimentos externos para conseguir lo que deseamos. Ley de la naturaleza es aquella que prohíbe al hombre actuar en contra de sí mismo y atentar contra su vida. El derecho natural es la norma que permite hacer o no algo que resulte perjudicial para la preservación de la vida, mientras que la ley determina y obliga a una de esas dos cosas. Una de las condiciones del hombre dentro del derecho natural es la tendencia a generarse enemigos, es decir, el hombre siempre está colocado en esta situación de confrontación con el otro, lo que hace que la seguridad sea imposible. Así, dentro de esta situación el hombre se ve obligado, por una parte, a procurarse la paz por cualquier medio y, por otra, a defenderse a sí mismo.
Esta demanda de un consenso implica que todos renuncien a esa libertad de hacer lo que desean y busquen el bien común, que en el fondo es un bien para uno mismo. Esta renuncia a la libertad se hace de manera voluntaria y la renuncia a este derecho y su transferencia se hace con la única finalidad de preservar la seguridad y la vida. Cuando se manifiesta la transferencia de este tipo de valores de manera mutua se le da el nombre de contrato, mismo que lleva implícito la obligación de cumplirlo, pues de lo contrario el estado civil ejercerá la fuerza coercitiva. Los contratos no se pueden romper por parte de los involucrados, pues aquel que transfiere un derecho también cede los medios para disfrutarlo. En el ámbito civil, cuando se presenta un incumplimiento de contrato, aparece el castigo y el acusado no tendrá el derecho de resistirse a la sentencia.
Capítulo XVII
De las causas, generación y definición de un Estado
Para Hobbes, la causa final del Estado es la seguridad y por eso, aunque la causa final de los hombres sea disfrutar de su libertad y practicar el ejercicio del dominio sobre los otros, estos encuentran en el Estado la tan anhelada seguridad. Los Estados se conforman a partir de contratos en los que los individuos rechazan la libertad de vivir como quieren y de acuerdo con sus pasiones naturales. El contrato deberá ser suscrito por todos pues la “multitud” da al Estado seguridad, confianza, certidumbre y disminuye la posibilidad de que se presenten rebeliones. Asimismo, el contrato tiene presente en todo momento su atención al bien común, descartando las particularidades (se reducen todas las voluntades a una sola). El que ejerce el poder y lleva al cumplimiento cabal del contrato recibe el reconocimiento de los otros y todo lo que haga en pro de la conservación de la paz y la seguridad lo asumirá como de autoría propia y como tal lo defenderá. Desde esta perspectiva, los hombres ceden su derecho a gobernarse a sí mismos, pues asumen que el otro lo hará como si se tratara de ellos mismos.
El Estado, entonces, aparece como la figura que asume toda su fortaleza para garantizar la defensa común y la paz. Al que ejerce esa posición se le llama soberano y pone en práctica un poder soberano adquirido por la fuerza o por consenso.
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